Alguien del Real Madrid debe hablar muy en serio con Vinicius. Es un pedazo de jugador, desequilibrante y que mete miedo a las defensas rivales. Esa es su cara buena, la mala, sus continuas guerras particulares en cada partido con el árbitro y los rivales que, en Mestalla, le costaron la roja directa. No sólo dejó a su equipo con 10 cuando buscaba la remontada, si no que puede perderse toda la Supercopa de España.
Los madridistas más acérrimos le defenderán y dirán que Dimitrevski le provocó, pero harían bien en no defender lo que hizo en Mestalla. Sí, el portero del Valencia le tocó y él entró al trapo sin pensar en las consecuencias, que no fueron otras que irse del partido antes de tiempo.
Si eso no es de recibo en cualquier jugador profesional, menos lo es lo que hizo cuando Soto Grado le expulsó. Rüdiger tuvo que agarrarlo y llevárselo. Luego fueron miembros del cuerpo técnico los que se lo tuvieron que llevar al vestuario.
Una actitud que no es de recibo y quizás, alguien le tendría que explicar a Vinicius que eso cuenta para ganar el Balón de Oro y no sólo sus jugadas y goles.