
En política, conviene tener muchos amigos o apoyos. Nunca sabes cuándo los vas a necesitar. Pero hay cargos en que sólo necesitas uno y no puedes perderlo bajo ningún concepto. Es lo que ocurre con Fernando Grande-Marlaska. Dado por muerto o por incinerado en varias ocasiones, aparecía al día siguiente en su despacho, como si sólo hubiera tenido que gastar una vida más. Con el nuevo Gobierno, algunos pensaban que de esta no salía vivo. Había cumplido su cometido y por tanto su utilidad. Cinco años y cinco meses después de su llegada al Ministerio, sólo podía aspirar al agradecimiento por los servicios prestados.
Había una persona que no compartía esa intuición y era el único que importa para estas cosas. Pedro Sánchez lo ha confirmado como ministro de Interior, lo que hará que en enero se convierta en el titular que más tiempo ha pasado en esa cartera. La conclusión no puede ser otra. El presidente está satisfecho con su polémica gestión y aún cree que puede servir de pararrayos en las situaciones difíciles. Que en Interior son casi todas.